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martes, 26 de octubre de 2021

Oración (poema)

 




















Cierro los ojos y escucho la música, 
como tantas veces...
Me busco, 
siempre me busco
y solo me encuentro en ese lugar, 
rodeada de colosos de piedra.
Te veo junto a mí, 
caminando, 
como mi sombra; 
invisible para los demás... 
Dejé una parte de ti en esas montañas
pero sigues en mi corazón, 
en esta mente descreída
que sueña con volver a ti, 
algún día, 
porque elijo creer. 
Elijo creer... 
Pobre ser diminuto, 
en este universo, 
que ve a Dios en esas montañas, 
en la música, 
en el recuerdo de un ser querido, 
que espera atravesar la niebla 
para encontrar a quienes se fueron...
para volver a verte a ti. 
No importa lo que piensen los demás, 
yo espero escuchar,
otra vez, 
tus suaves pisadas en el parqué, 
persiguiéndome, 
como mi protectora, 
en mi insomnio 
o en mis pesadillas, 
en mi sueño reparador. 
Te contemplo desde la pantalla del ordenador, 
en mi móvil, 
en las sombras de la noche, 
en un rayo de sol, 
proyectado sobre el sofá, 
en el brillo plateado de la luna llena... 
Esta es mi forma de llorarte, 
de honrar tu recuerdo, 
de rezar por volver a acariciarte, 
en otra vida, 
mi Luna.





Amalia N. Sánchez



miércoles, 2 de septiembre de 2020

Luna, siempre

 Querida Luna, 


Han pasado seis años desde tu partida. Cómo no recordar aquella terrible noche, en la que decidiste irte en mis brazos... ¿He superado aquello? No. Solo he podido acostumbrarme a vivir con tu recuerdo, sin oír tus pisadas en el pasillo, detrás de mí. He salido adelante con ese vacío tan terrible que se siente cuando se pierde a un ser querido, tan amado que te convirtió en mi hija peluda, desde que eras esa gatita de orejas enormes y ojitos verdes, como una pequeña elfita que llegó a mi vida para llenarla de luz. 

Aunque ya no estés a mi lado, durmiéndote poniendo tu cabecita en mi mano, sigues estando en mi corazón, en la pantalla de mi móvil y del portátil, siendo mi pequeña sombra blanca, mi protectora, mi niña lista y graciosa, capaz de abrir puertas, ladronzuela de yogures, diva y maulladora... 

Estoy convencida de que cuando me vaya de este mundo, te volveré a encontrar, que corretearás hacia mí, con mi pequeño Byron a tu lado y me perderé en tus preciosos ojos verdes.  




Amalia N. Sánchez Valle

martes, 16 de junio de 2020

Duendecilla







Estoy muda, con un nudo en la garganta, con el alma en vilo… La contemplo en silencio y me pierdo en sus ojos verdes, mientras la acaricio. Llevo acariciándola quince años, desde aquel día que la recogí de la carretera. Sus ojos, tan grandes, en una carita preciosa, me miraban con miedo cuando la recogí. Desde ese momento, me enamoré de sus maullidos y de su hocico blanco. Una duendecilla gris, que desde el principio ha querido estar a mi lado; metida en el bolsillo de mi bata, recorría conmigo la casa y me contemplaba, mientras yo escribía, en el ordenador. Mis relatos iban surgiendo de mi imaginación, ante la atenta mirada de mi gata, de ojos verdes infinitos.

Ver crecer a un ángel así, junto a mí, correteando por el pasillo, a pesar de su cojera, sentir su calor, tumbada a mi lado, y acariciarla durante horas, sin cansarme, con su ronroneo adorable y relajante, ha hecho mi vida mucho más feliz. Mi duendecilla, maullando para que la coja en brazos, por las mañanas, mientras desayuno, cerrando los ojos en señal de cariño, mientras yo le acaricio la cabecita, o acompañándome en mis vídeos, mientras canto, para mantener el recuerdo de ese enorme cariño, por muchos años que pasen… Porque ella está conmigo todo el tiempo, desde ese día en el que el destino la puso en mi camino, herida, vulnerable, asustada, en aquella carretera. Su mirada, cargada de un cariño incondicional, se mete en mi alma y me hipnotiza. Quiero protegerla, cogerla en brazos y no soltarla nunca… Que este ser lleno de amor incondicional no se vaya, dejándome en la más absoluta desolación. Quiero seguir escuchando sus pasitos por la noche, antes de subirse encima de la cama, para acompañarme mientras duermo. Porque ella vela mi sueño, aleja de mí los demonios y se hace una rosca, a mi lado.


Mi niña, mi duendecilla, quédate siempre a mi lado.



Amalia N. Sánchez Valle 

domingo, 14 de julio de 2019

Dafne

Me miras con tus ojos verdes, con el cariño de una hija, desde el día que te encontré, indefensa, pequeña y herida, en la carretera. Creciste a mi lado, desde que eras tan pequeña que cabías en el bolsillo de mi bata. No querías estar lejos de mí, ni yo de ti... Me mirabas mientras escribía en el ordenador, sentada en mis rodillas, clavándome las uñas, porque todavía no podías guardarlas, pero ya éramos inseparables. Y todavía lo somos... Allí donde yo me siento, estás tú, pegando tu cuerpo al mío, no importa la estación del año. Maúllas con tu voz dulce y me hablas, a tu manera, cuando desayuno y me pides que te coja en brazos y te haga mimos; cómo no acariciar a un ser maravilloso como tú, Dafne, sentir tu suave pelaje y cómo devuelves la caricia colocando tu cabecita bajo la palma de mi mano... Si alguien tuvo suerte el día que nuestros caminos se cruzaron, fui yo.




Amalia N. Sánchez Valle 

viernes, 14 de agosto de 2015

Luna (poema)



Lucero,
suave alegría de mi vida;
se apagó una noche,
con un suspiro,
entre mis brazos inermes.
Mi voz no pudo retenerla
y se quebró,
ahogada en mi garganta..
Todavía la veo,
tumbada junto a mí,
contemplando la oscuridad,
en la habitación.
Defensora fiel
de esta pobre humana
que todavía te evoca;
descansa,
al otro lado del arco iris...




Amalia N. Sánchez Valle



miércoles, 14 de enero de 2015

Madrugada (reflexiones)

Se fue hace cuatro meses ya y perdí la inspiración. Perdí el don de la palabra, porque el dolor es grande todavía. Es tarde y no puedo dejar de acordarme de cuando escribía y ella me miraba, tumbada sobre la mesa del ordenador. Sus ojos redondos y verdes me contemplaban con placidez, mientras yo me estrujaba los sesos en ese poema que me ocupaba la mente. A veces ronroneaba y ese sonido de fondo me hacía mecerme en un estado de relajación. Y las palabras fluían, por sí solas, como ahora lo hacen las lágrimas. 

Me quedé sin palabras; desde entonces las persigo, corriendo con dificultad, tras ellas, o las espero, como el que espera la llegada de un barco, para ver caminar por la pasarela a un ser querido que se fue hace mucho y se añora. Los duelos me nublan la mente, tal vez... Mi duelo por Luna me ha dejado muda, sin poemas, con un corazón que tiembla cuando digo su nombre. Y mi cuaderno, huérfano de mis palabras, espera que vuelva a escribir, derramando historias en tinta. 







Amalia Sánchez






jueves, 25 de septiembre de 2014

Luna (Pensamientos)





Me mirabas fijamente, tumbada encima de la mesa del ordenador; escuchaba tu ronroneo que parecía producto de un motorcito interior. Tus ojos verdes, enormes, se entornaban entonces y dormitabas, mientras acariciaba tu pelaje, tan suave. Eras la imagen de una enorme bola de algodón, salpicada de rosa en tus orejas y la naricita con la que me acariciabas la cara. Y era tan dulce el cariño que me diste, durante diez años, que tu marcha me ha dejado un vacío muy grande. Eras mágica para mí, por eso te cantaba esta canción de The Secret of Kells. Y ahora, más que nunca, te has convertido en una sombra silenciosa, en tus rincones favoritos, en todos los cojines y ropa esponjosa que has dejado abandonados. Siempre en mi corazón, en mi realidad durante diez años... Miro tu foto y me parece imposible que te hayas ido. Ya no sufres, pensaré que ya no sufres más y que has tenido una buena vida, tanta como el cariño que me has dado. 
Te quiero, mi Luna... 






Amalia N. Sánchez 

lunes, 14 de octubre de 2013

Luna (poema)




Luna,
guardiana y cazadora,
suave consuelo
de mis soledades...
Blanca y oronda,
me ablanda el corazón
tu mirada felina.
Sigues mis pasos
como una sombra,
cazando presas invisibles
y juegas al escondite
con fantasmas y sombras
que solo tú puedes ver.
Silenciosa,
a veces distante,
con la mirada fija
o dormida en mi regazo;
fiel defensora,
mi leona en miniatura,
guardas las uñas
y ronroneas,
pidiendo una caricia.
Luna,
diva y gata...







  Noemí Valle