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viernes, 29 de enero de 2021

Ovidia

 



Por muchos años que hubieran pasado, ella siempre me sonreía cuando nos encontrábamos por la calle, o en ese concierto, en el Auditorio Nacional. Aquella tarde, nos saludamos en el vestíbulo, con su programa del concierto en la mano; estaba tan elegante y guapa, como siempre. Su sonrisa seguía inalterada, como cuando estábamos en el aula, tanto tiempo atrás. 

En ese momento me vinieron a la memoria tantos días escuchándola dando sus lecciones, junto al encerado, con su voz pausada, mirándonos con ternura, con el libro en la mano. Sobre todo, recordé el cariño con el que me habló mis primeros días en ese colegio, en mitad de curso. Me sentía asustada, apenas me atrevía a hablar, como un animalillo que se queda quieto, esperando pasar desapercibido. Consiguió que esa niña tan tímida, a la que le costaba sentirse segura, confiara en ella, en sus consejos y en sus lecciones. No necesitó más que su sonrisa, su mirada serena y su comprensión, para que dejara de sentir miedo a las burlas. Vio en mí lo que nadie, ni yo misma, era capaz de percibir. 

Siempre recordaré cómo cogía su espejo del bolso y se ponía el pintalabios y nosotros la contemplábamos por un momento, con el lápiz en la mano, mientras hacíamos las cuentas. Ella nos miraba y volvíamos a las divisiones, sin necesidad de que dijera nada. Solo nos regalaba una sonrisa tierna. 

Se ha ido en paz, como ella merecía, con el cariño de su familia y los que la queríamos, la lloramos... Dejó su huella en este mundo, siendo buena persona, una maestra que no necesitó gritar ni ridiculizar a nadie para mantener la disciplina y que siempre vivirá en mi corazón y en mi memoria. Nunca desaparecerá, porque nos sirvió de ejemplo a muchos, que aprendimos que el cariño y la comprensión hacen milagros. Mi maestra, tan importante para mí, en un momento en el que me sentía perdida, que me recogió y me dio el aliento para no rendirme y por la cual, cada día busco aprender algo nuevo, porque fue capaz de advertir en mí mi sed de conocimientos. 

Todos mis logros se los dedicaré a ella, recordaré su sonrisa y sus palabras; tal vez ahora, allá donde esté, me vea escribir y recuerde a esa niña que siempre estaba soñando con mundos de fantasía y le hacía tantas preguntas. Entonces sabrá lo importante que fue ella para mí, como para tantos alumnos que la queríamos y que nunca la olvidaremos, porque nos dejó una honda huella. 

Gracias, mi querida Ovi, por todo lo que me enseñaste y por tu cariño. Hoy lloro, pero siempre vivirás en mí...



Amalia N. Sánchez Valle

miércoles, 2 de septiembre de 2020

Luna, siempre

 Querida Luna, 


Han pasado seis años desde tu partida. Cómo no recordar aquella terrible noche, en la que decidiste irte en mis brazos... ¿He superado aquello? No. Solo he podido acostumbrarme a vivir con tu recuerdo, sin oír tus pisadas en el pasillo, detrás de mí. He salido adelante con ese vacío tan terrible que se siente cuando se pierde a un ser querido, tan amado que te convirtió en mi hija peluda, desde que eras esa gatita de orejas enormes y ojitos verdes, como una pequeña elfita que llegó a mi vida para llenarla de luz. 

Aunque ya no estés a mi lado, durmiéndote poniendo tu cabecita en mi mano, sigues estando en mi corazón, en la pantalla de mi móvil y del portátil, siendo mi pequeña sombra blanca, mi protectora, mi niña lista y graciosa, capaz de abrir puertas, ladronzuela de yogures, diva y maulladora... 

Estoy convencida de que cuando me vaya de este mundo, te volveré a encontrar, que corretearás hacia mí, con mi pequeño Byron a tu lado y me perderé en tus preciosos ojos verdes.  




Amalia N. Sánchez Valle

viernes, 14 de agosto de 2015

Luna (poema)



Lucero,
suave alegría de mi vida;
se apagó una noche,
con un suspiro,
entre mis brazos inermes.
Mi voz no pudo retenerla
y se quebró,
ahogada en mi garganta..
Todavía la veo,
tumbada junto a mí,
contemplando la oscuridad,
en la habitación.
Defensora fiel
de esta pobre humana
que todavía te evoca;
descansa,
al otro lado del arco iris...




Amalia N. Sánchez Valle



miércoles, 30 de julio de 2014

Byron (Poema)








Pequeña sombra gris,
que permaneces en mi memoria
persiguiéndome,
como hacías antaño.
Compañero de desvelos
y soledades,
vigilabas mi sueño,
tumbado junto a mí,
espantando fantasmas
con tus garras...
Cuerpecito peludo,
fiel compañero
de tardes de escritura;
mimoso o guerrero,
ladrón de calcetines,
gato...
Te quería como a un hijo
y correteas en mi memoria,
en ese rincón que te pertenece,
para siempre.



Amalia Sánchez Valle