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domingo, 14 de julio de 2019

Dafne

Me miras con tus ojos verdes, con el cariño de una hija, desde el día que te encontré, indefensa, pequeña y herida, en la carretera. Creciste a mi lado, desde que eras tan pequeña que cabías en el bolsillo de mi bata. No querías estar lejos de mí, ni yo de ti... Me mirabas mientras escribía en el ordenador, sentada en mis rodillas, clavándome las uñas, porque todavía no podías guardarlas, pero ya éramos inseparables. Y todavía lo somos... Allí donde yo me siento, estás tú, pegando tu cuerpo al mío, no importa la estación del año. Maúllas con tu voz dulce y me hablas, a tu manera, cuando desayuno y me pides que te coja en brazos y te haga mimos; cómo no acariciar a un ser maravilloso como tú, Dafne, sentir tu suave pelaje y cómo devuelves la caricia colocando tu cabecita bajo la palma de mi mano... Si alguien tuvo suerte el día que nuestros caminos se cruzaron, fui yo.




Amalia N. Sánchez Valle 

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