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lunes, 6 de diciembre de 2021

Concierto

Día de concierto. Lo que significa: repasar la letra, repetirla, volver a vocalizar esa frase que se traba, beber agua y descansar la mente y el cuerpo. No hay nada mejor que hacer lo que nos gusta... El tiempo parece detenerse y que no llegará nunca el momento de que empiece el concierto. Empieza el ritual: te maquillas con mimo y arreglas los rizos con los dedos, te vistes y repasas la bolsa antes de irte. Botella de agua, la caja de los zapatos de tacón, el maquillaje, para los retoques y los nervios te hacen sentir por un momento que vas a caer por un precipicio. Pero después respiras hondo, necesitas cantar...

Repasas las notas en tu mente, empieza el calentamiento vocal, te concentras, dejas que el aire se convierta en sonidos y tu mente se desliza por la partitura, como en cada ensayo. Las voces se mezclan y después esperas a entrar en el escenario. Los minutos se hacen eternos... Te quedas en silencio, por un instante y miras el reloj, cierras los ojos, los vuelves a abrir y miras a tus compañeras; cada una lo vive a su manera. Unas hablan, otras hacen fotos, o repasan la letra, hasta el final. Compartes la complicidad, la emoción del "ya salimos" y caminas con un ligero temblor en las piernas, hasta que escuchas los aplausos y te colocas en tu sitio.  

Buscas con la mirada a la familia entre el público, sonríes, y tu atención viaja a los gestos del director, respiras hondo y esperas... La primera nota, y después otra, y otra, y tu voz se enlaza con las demás, en un encaje de armonías que acompañan a la melodía; cada respiración te trae una bocanada de vida que se convierte después en un agudo. Sostienes esa nota y el corazón se acelera. Y silencio... Sonríes por dentro cuando el director sonríe, tu pulso se ralentiza y sientes tu alegría en tu corazón, compartida con la de las demás. Escuchas los aplausos, buscas la mirada de los tuyos. Y otra canción; respiras hondo, la voz fluye, entre la emoción y el control, desgranando en la memoria las notas y las palabras. Escuchas los aplausos, saludas y sales del escenario, abrazas a tus compañeras y agradeces esa experiencia a la persona que te inculcó el amor por el canto, sus consejos.

Recuerdas al ser más cariñoso del mundo, el abuelo de ojos grises, llenos de amor y alegría, a pesar de los sufrimientos del pasado. Su voz de barítono, su dicción...

Gracias, siempre gracias por darme tus conocimientos y tus anécdotas. Y por inspirarme. Por esas tardes escuchando ópera, por los paseos en Benasque, bajo las estrellas, contándonos cómo fue tu niñez. Te imagino con tus rizos rubios, cantando en una iglesia, con esa voz blanca que luego se tornó grave, con la mirada puesta en la bóveda, mientras tus padres contemplaban a su ángel, desde los bancos. Ese niño delgado y trabajador, y a la vez travieso, y cariñoso, y soñador, que se convirtió en un romántico empedernido, que adoró a su esposa, y soñó con seguir cantando... Ese joven que buscaba su porvenir y dejó, poco a poco, que su sueño fuera perteneciendo al pasado, ese hombre que curaba los resfriados de sus hijos con La Boheme, mientras sentía una punzada de nostalgia, ese abuelo que conservaba una voz preciosa y un gusto exquisito para la música, que me descubrió la maravilla de Alfredo Kraus, ese ser de luz, me regaló un tesoro en el canto. Y ahora, que me mirarás desde el cielo, te dedico a ti todos los conciertos. 





Amalia N. Sánchez 

martes, 7 de julio de 2020

Ennio Morricone: El hombre que dominaba el viento

El viento, siempre el viento... Aquel niño romano que aprendió a tocar la trompeta y soñaba con componer música, jamás habría imaginado que iba a definir cómo debía sonar un duelo de miradas en un spaguetti western, y que conseguiría que incluso los no aficionados a ese género cinematográfico quisieran escuchar una y otra vez esa descripción hecha por él de un momento dramático, con el sonido de la trompeta cortando el aire de aquella escena. Y mientras el ritmo de la música se aceleraba, la cámara enfocaba la mirada de Clint Eastwood, luego la de Eli Wallach y la de Lee Van Cleef, y vuelta a empezar... La cámara parecía seguir el ritmo marcado por la trompeta, girando una y otra vez, de forma vertiginosa, hasta culminar con un disparo. La voz del viento, a través del metal de la trompeta era el personaje invisible en ese duelo.






Ese maestro no podía imaginar la legión de admiradores que crecimos con su música, escuchando el viento con los sonidos que él creaba en su mente, traducidos en partituras. Yo tenía ocho años cuando descubrí que Marco Polo, saliendo desde Venecia, viajó al Extremo Oriente, con su padre y su tío. Y ese descubrimiento iba acompañado del sonido de la flauta, que con su voz delicada contaba una historia de amor, arropada por los coros y las cuerdas, que sublimaban la música de aquella banda sonora con la que crecí, que después pasaba a las percusiones, y volvía con las cuerdas y el viento, siempre el viento. Fagots, trompetas (siempre presentes), coros... Porque la voz humana no deja de ser otra manifestación del viento que él amaba. Coros que tocaban mi fibra sensible de precoz melómana y que yo soñaba con imitar, con mi voz de niña.






Mi viaje no terminó allí, porque siempre volvía a Marco Polo, una y otra vez, en tardes solitarias, de adolescente tímida, con aquel vinilo que compraron mis padres, como una joya, mientras leía. Poco a poco aprendí a descubrirle en cada banda sonora que acompañaba a una película. Reconocía sus claves, su admiración por la voz y por los instrumentos de viento, acompañados por los de cuerda, que en algunas ocasiones iban ganando más importancia. Unos niños de los bajos fondos, que crecen conviertiéndose en mafiosos, un amor lleno de candor, que con los años se torna en asco y desprecio, con el rostro de Deborah frente al espejo, mientras Noodles la contempla y sabe que todo es culpa suya...  






Y el viento, una vez más, convertido en la flauta, la trompeta, la armónica, el oboe, el saxofón, las trompas, acompañadas de una delicada melodía de una caja de música, que nos llevan por una historia de persecución del incansable Eliot Ness, en defensa de la Ley Seca. Una historia de amistad, de determinación y de pérdida, que a la vez me evoca la energía  de unos hombres dispuestos a luchar hasta el final y me emociona...







Y de aquí, a la apoteosis del viento en todas sus manifestaciones, en una banda sonora que lleva los coros a un nivel superior, junto al fagot, la flauta, el oboe, que tiene su pieza clave... Un escalofrío recorre mi piel cuando la escucho, y recuerdo las veces que la escuché en casa de mis padres. Todos los instrumentos, en una partitura grandiosa y que inexplicablemente no ganó el Oscar. Cazurros... 





Nunca dejaré de escuchar la música de Ennio Morricone, por muchos años que pasen y ya esté en compañía de otros genios que nos dejaron antes que él. Nunca podré escuchar un coro de sus bandas sonoras sin intentar cantar, ni podré dejar de admirar a esos músicos que se enfrentan a los instrumentos de viento, con valentía y pasión, como hizo él, siendo un niño. Un soñador que me ha acompañado toda mi vida de cinéfila, en los buenos y en los malos momentos, en los enamoramientos, en las rupturas, en el paso de los años, desde la infancia hasta ahora, que evoco el descubrimiento de su música, en la forma en la que dominaba los instrumentos de viento, como buen trompetista. Como un genio que creció sin imaginar que a día de hoy, al conocer su muerte, muchos nos hemos sentido tristes y huérfanos de esa maestría, por mucho que quede su obra, porque ya no nos volverá a regalar una obra maestra más... Somos como aquel niño, Salvatore, que crece en un pueblo en el que todo su mundo es el cine, y por mucho que hayamos crecido, siempre, siempre, estarán las películas que nos enamoraron, y la música creada por Ennio Morricone, el hombre que dominaba el viento... Hasta siempre, maestro, su música jamás morirá, y permanecerá en nuestra memoria, emocionándonos, sacándonos una sonrisa o una lágrima por una historia de amor frustrado, como en Cinema Paradiso. 







Amalia N. Sánchez Valle

miércoles, 10 de junio de 2020

Música








La música acarició mi ser, 

con su guante de seda; 

me susurró al oído 

y me acunó, 

besando mis párpados, 

contemplando en mi rostro

la paz que nunca tuve.

Con sus dedos invisibles, 

dibuja en el aire 

figuras caprichosas,

convertidas en viento

o en una brisa ligera.

Transforma en luz

los momento amargos

y con sus labios invisibles, 

besa tu frente.

Juega con los silencios,

con el aliento, 

ordenando el caos, 

desordenando los sentimientos...

Es una ladrona;

atrapa tu alma

y la convierte en un pájaro

que te contempla 

desde las alturas, 

como un ser indefenso.

Se alimenta de ti, 

de tus latidos, 

del aire que escapa de tu boca

de tus trémulas manos 

de un recuerdo que cruza tu mente.

A cambio de tu alma, 

te regala la felicidad...





Amalia N. Sánchez Valle


jueves, 9 de agosto de 2018

Hija de Orfeo (poema)




Hija de Orfeo, 
poderosa o delicada, 
la música devora tu alma, 
como un aguacero
que te cala hasta los huesos...
Te posee lentamente,
desde unas notas sutiles 
hasta un crescendo glorioso, 
acariciando tu piel 
con manos invisibles.
Tu mente vuela 
hasta la cumbre de una montaña, 
o a los brazos del ser amado; 
te transporta a otro tiempo, 
flotando en el aire, 
como las hojas de los árboles, 
movidos por el viento. 
Primero llegaste tú
y te apropiaste de mí, 
de mi alma y mi voz, 
con un abrazo invisible 
que traspasó todo mi ser... 



Amalia N. Sánchez Valle



domingo, 29 de julio de 2018

Alma de ruiseñor (reflexiones)

 














Después del ensayo me gustaba pasear por Ópera y encaminar mis pasos al lugar donde mi abuelo iba a tomar clases de canto. Para mi era un ritual, desde el primer día que me uní al coro. Me he imaginado a mi abuelo orgulloso de mí, escuchándome desde donde esté, que no puede ser otro lugar que el cielo; era el hombre más cariñoso y sensible que he conocido, y su voz de barítono todavía suena en mi memoria... Después de bajar la Cuesta de Santo Domingo, llegué hasta la Plaza de Isabel II y contemplé el Teatro Real; él me llevó a mi primer concierto. Aquella fue una experiencia preciosa. Empecé a callejear y pensé en lo mucho que se puede estar unido a alguien, a pesar de haberlo perdido. Está en los recuerdos, en quienes somos ahora... Gracias por enseñarme tanto sobre la música, alma de ruiseñor.




Amalia N. Sánchez Valle

martes, 28 de junio de 2011

Escalas (poema)


Los silencios de la noche, 
el vacío de estrellas que estrangulan el cielo
con su ausencia; 
el agujero negro que es mi corazón 
engulle las imágenes de unos ojos
que parpadean al mirarme...
Dedos que acarician las teclas
ascendiendo, de puntillas, 
por una escala hasta el cielo,
hasta llegar a mi balcón 
y me asomo a recoger las flores
que crecen a mis pies. 
Las flores que se enredan en mi corazón
y me traen el sueño de tu mirada... 


Noemí Valle

domingo, 20 de febrero de 2011

La senda escondida (poema)






Las hojas de los árboles han ido cayendo,

en el jardín de mi alma,

y han renacido varias veces,

en las que he esperado la llegada de la luz;

mis anhelos se han detenido en el tiempo,

demasiadas veces,

para dejarlos  pasar, sin más...

La voz del bosque de mi mente

me susurra que es mi momento,

que ya no puedo seguir sentada,

esperando que llegue mi tren.

Mi camino no es aquel,

con el que me conformaba,

sino la senda

rodeada de árboles,

que aparece ante mí...



Noemí Valle

jueves, 7 de octubre de 2010

Wagner: Götterdämmerung

Richard Wagner siempre me ha parecido un genio...


lunes, 27 de septiembre de 2010

Mike Oldfield: Man in the rain

Esta maravillosa canción se la dedico a mi amigo Pedro, sin el cual no habría aprendido tanto sobre Mike Oldfield, mi compositor favorito, y en general sobre la música. Gracias por estar siempre ahí.

martes, 14 de septiembre de 2010

Franz Liszt: Sueño de amor

Franz Liszt, representante de la Nueva Escuela Alemana, fue un compositor y pianista virtuoso de la corriente del Romanticismo, contemporáneo de Berliotz, Brahms y Wagner, entre otros. 


Dejo una de sus obras más conocidas. 

lunes, 6 de septiembre de 2010

Richard Wagner: Tristán e Isolda

El preludio de Tristan e Isolda, de Richard Wagner, siempre me ha parecido una de las piezas más bellas de la ópera.

Os dejo una versión dirigida por el gran Zubin Mehta.

sábado, 5 de junio de 2010

Qntal: Von den Elben

En esta tarde que se va deslizando perezosamente hasta convertirse en una noche de verano, os dejo un vídeo musical de un grupo que me gusta mucho: Qntal


lunes, 4 de enero de 2010

Loreena McKennitt, una vez más

Cuando la oscura noche parezca interminable, por favor, recuérdame...

sábado, 2 de enero de 2010

Otro fragmento de El Cascanueces

Quiero empezar el año con algo bello, como un fragmento del ballet de El Cascanueces. Dentro de unas horas estaré viéndolo en el teatro.


viernes, 25 de diciembre de 2009

The power of love: Frankie goes to Hollywood

Una de mis canciones favoritas.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Wagner: Parsifal Acto I, preludio

Richard Wagner es uno de mis compositores favoritos. Por muchos detractores que tenga, otros muchos amamos su música.


domingo, 6 de diciembre de 2009

Amaral: Perdóname

Este es un grupo que, sin entusiasmarme todas su canciones, me gusta bastante. Esta en concreto, de su último disco me gusta.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Never Ending Story: Limahl

Hoy he recordado cuántas historias son interminables, y la única positiva que se me ha ocurrido es La Historia Interminable, de Michael Ende.

Me siento cansada y harta, y de mal humor, pero no puedo dejar de ser críptica, es mi forma de ser. Ya se me pasará.

martes, 1 de diciembre de 2009

Cat Stevens: Father and son

Cat Stevens (para mí siempre será Cat Stevens, por mucho que ahora se haga llamar Yussuf Islam)interpretó esta preciosa canción, que por cierto, aparece en una película muy divertida, titulada Radio encubierta. No me canso de escuchar Father and son. Espero que os guste tanto como a mí.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Villa Lobos - Bachiana nº 5

Una hermosa voz acompañada por el chelo.

Dedicada a Fer. Hoy hace un año que nos conocimos...