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martes, 29 de abril de 2008

Federico García Lorca

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Un precioso poema de Federico García Lorca. Disfrutadlo.



Yo pronuncio tu nombre

en las noches oscuras,

cuando vienen los astros

a beber en la luna

y duermen los ramajes

de las frondas ocultas.

Y yo me siento hueco

de pasión y de música.

Loco reloj que canta

muertas horas antiguas. 



Yo pronuncio tu nombre,

en esta noche oscura,

y tu nombre me suena

más lejano que nunca.

Más lejano que todas las estrellas

y más doliente que la mansa lluvia. 



¿Te querré como entonces

alguna vez? ¿Qué culpa

tiene mi corazón?

Si la niebla se esfuma,

¿qué otra pasión me espera?

¿Será tranquila y pura?

¡¡Si mis dedos pudieran

deshojar a la luna!! 



SI MIS MANOS PUDIERAN DESHOJAR 


sábado, 26 de abril de 2008

Un año después, alguien le contó la noticia; una pareja había comprado la casa. Ella pensaba que se sentiría aliviada cuando eso ocurriera, pero no fue así. Le vinieron a la mente todos los recuerdos de golpe, la terrible discusión que hubo, del que habían quedado los ecos encerrados entre esas paredes, y que habían solapado a los cumpleaños y las tardes en las que su abuelo le contaba cosas sobre ópera. La familia estaba rota sin remedio desde entonces.

Apenas quedaban rastros de los días en los que su hermana y ella jugaban y se escondían en la habitación del piano, para sentarse en los sillones a mirar álbumes de fotos. Todo lo bueno había quedado sepultado por los gritos y las palabras gruesas, por la frialdad y la falta de cariño; la envidia les había robado a alguien que había sido muy querido, transformándole en un desconocido.

La última vez que vio la casa, antes de despedirse para siempre, lloró en silencio, a solas, en la habitación de sus abuelos. Se asomó por la ventana y contempló las vistas de la Casa de Campo y de la Sierra que siempre le habían gustado, y que sabía que echaría de menos, recogió los últimos objetos que quedaban y recorrió las habitaciones por última vez, despidiéndose de la niña que había sido, y que ya no volvería. Le dijo adiós con la mano a esa parte de ella que había muerto y vio con una indiferencia fingida cómo su madre cerraba la puerta con llave, intentando hacerse la fuerte.

Habían vendido la casa, finalmente; ahora sí que era definitivo, no volvería jamás a ver ese piano en el que había hecho escalas, con sus pequeñas manos. “Ojala esa gente sea más feliz allí”, pensó. Buscó la caja que llevaba guardando un año y sacó de ella el reloj de cuco de su abuelo; a ella le encantaba ver al autómata salir por la portezuela, piando. Buscó el lugar adecuado y colgó el reloj, que ya no funcionaba, de una pared, el rincón perfecto, que llevaba buscando desde que lo heredó.

Ahora quedaba por hacer lo más difícil, pasar página.

viernes, 25 de abril de 2008

El Ladrón de Plantas

Uma planta


Nada más levantarse, y antes de desayunar, regó las plantas. Las tenía repartidas por toda la casa, en el alféizar de la ventana de su habitación, en el salón, por encima de las librerías, por el suelo, colgando del techo... Eran su única compañía. Le gustaban todas, los geranios, los helechos, tenía ficus de distintas variedades y cactus a cuál más raro. Cada día se pasaba horas cuidando que no hubiera ninguna hoja seca, que no tuvieran exceso de agua en la tierra, que les diera el sol sin quemarlas y abonarlas, si hacía falta.


Aquella mañana, después de vestirse con lo primero que encontró en el armario y mojarse el pelo oscuro y ralo con el peine, se fue al trabajo en su coche, que se resistía a arrancar siempre, pero que al final se movía, entre un ataque de asma del motor. El camino era corto pero pasaba por un atasco diario, mientras él escuchaba la radio sin apenas prestarle atención; el caso era escuchar una voz.


Todo transcurría como todos los días, sin sorpresas, hasta que se acercó su jefe, al que apenas veía, y le comunicó que tendría un puesto nuevo, por lo que tendrían que trasladarle de mesa. Él solo pronunció un "bueno" a media voz y se encontró acto seguido cambiando de sitio sus carpetas, su portalápices y la alfombrilla d el ratón, que era lo único que tenía allí, a diferencia de sus compañeros, que adornaban su puesto con fotos de las vacaciones, muñecos y recuerdos de Torrevieja que les había regalado la secretaria del jefe.


Tras la mudanza, se sentó en su nuevo puesto y contempló el panorama, mientras se encendía el ordenador; el grupo de amigas que desayunaba siempre en el bar de al lado, el que estaba apunto de jubilarse, detrás de sus gafas, sin levantar la vista de la pantalla, la jovencita que mascaba chicle y amenizaba el día con música horrible... De pronto la vista se fue irremediablemente a un armario sobre el que una de las compañeras tenía todo un vergel de plantas, cuyas hojas caían primorosamente, mostrando un verde luminoso. "Esas no la tengo", pensó, inquieto.


Pareció que aquellas plantas le llamaban a él, con su voz invisible. Le necesitaban, querían sus cuidados... La mañana pasó muy lentamente, amenizada con la música que salía del ordenador de la más joven de la oficina y él solo podía mirar aquellas plantas, y no la pantalla del ordenador. Apenas tecleó, y siguió con la mirada los movimientos de la dueña de aquellos seres preciosos. ¿Cómo podía dedicarles tan poco tiempo, no mirar si tenían suficiente agua? Se sentía indignado.


Cuando el reloj le anunció que ya era la hora, esperó, fingiendo que escribía, a que todos salieran de la oficina. "Es que estoy terminando una cosa", se justificó. Sus compañeros se fueron con una sonrisa de conmiseración, parloteando.


Una vez a solas, corrió hacia las plantas y contempló de cerca sus hojas, brillantes, de un verde vivo; no había exceso de agua en la tierra, pero las necesitaba, ellas le necesitaban a él, que las quería más que su propia dueña, necesitaban compartir un espacio donde fueran admiradas, y no quedarse encerradas en esa horrible oficina. Miró a su alrededor y tras comprobar una vez más que estaba solo, cogió las macetas y corrió hacia la puerta, sin importarle cruzarse por un pasillo con alguien.


Llegó a su coche y huyó con sus protegidas, conduciendo frenéticamente hasta su casa. Una vez allí, las colocó sobre la mesa del comedor. "No podía dejaros ahí, no era un lugar para vosotras", pensó, observando cómo quedaban en medio de un auténtico jardín botánico. A la mañana siguiente, ocupó su lugar, en frente del armario en el que sus nuevas plantas habían estado y cuando su compañera descubrió su falta, comenzó a protestar. "Yo no vi nada ayer", dijo él, con el rostro inexpresivo. "Habrá sido la de la limpieza", dijo alguien. La mañana transcurrió entre comentarios sobre el robo de las plantas, pero él no pudo evitar sonreír. Había hecho justicia.

martes, 22 de abril de 2008

Una luz

SOHO Satellite


Era una luz que navegaba en un mar negro e insondable, entre espumas de nebulosas y polvo de estrellas; temía acercarse demasiado al lento y malhumorado Júpiter, siempre cubierto de tormentas que le traían de cabeza, preguntándose siempre por lo divino y lo humano. Había recorrido una gran distancia y muchos años le separaban de su casa, pero no podía rendirse.


Siguió girando alrededor de si mismo, como una bailarina que hiciera una pirueta en un escenario imaginario. Ahí estaba Júpiter, mascullando con mal humor, gigantesco, imponiendo autoridad, y él sintió que le atraía para sí, le había atrapado como habría hecho un pescador con sus redes y no podía desasirse de ese control férreo. Le habían programado para eso, pero tenía miedo a perderse, a golpearse contra la superficie, y entonces se dejó llevar. Cerró los ojos y dejó que los controles funcionaran solos, hasta que notó que se posaba sobre la superficie. Jupiter le había dejado posarse,l enta y paulatinamente, sin luchar. Después de unos segundos, comenzó la transmisión. Estoy aquí, quería decirles a sus creadores. Estoy aquí, he llegado bien.


Años después, el director estaba sentado en su despacho, con una taza de café en la mano, leyendo unos informes que había encontrado apilados sobre la mesa. "El estudio de los movimientos sísmicos", rezaba en el título. Sonó el teléfono; era ese ingeniero español, le había reconocido por su acento y su voz delataba emoción. "Sí, ya voy", contestó él, tranquilamente. Dejó las gafas sobre su escritorio y salió del despacho, frotándose los ojos con las manos. Atravesó el entramado de pasillos y llegó hasta la sala de control de las misiones.


"Así que por fin tenemos datos de nuestro satélite..." Había sido una labor sin recompensa inmediata, pero ahí estaban las fotos y los datos de los análisis de las materias primas de Júpiter.


Jupiter


 


Esto se lo dedico a mi padrino, que lleva muchos años diseñando satélites, persiguiendo su sueño.

sábado, 19 de abril de 2008

La noche

Bonne nuit !


Es la noche la reina de los soñadores; la luna es una mujer bella, que brilla, escondida entre un velo de nubes; escucha las confidencias de un enamorado, que se asoma a contemplar el cielo, entre suspiros. Una enana blanca mira con envidia a dos estrellas bailar unidas, girando juntas para siempre, una alrededor de la otra, mientras un cometa les saluda, desde lejos, prometiéndoles volver a pasar por allí otra vez.


Abajo, en la calle, unos jóvenes caminan abrazados, cantando con la lengua pastosa y torpe, sin advertir que un gato se esconde debajo de un coche, hasta que ellos se alejan. Los ojos del gato son dos pequeñas centellas en lo oscuro, y su maullido suena como un lamento. Más allá, otro gato le contesta y corre a su encuentro, y después otro, y su canción llega volando hasta los durmientes, y hasta los pájaros, que se esconden al abrigo de las ramas de los árboles. El manto oscuro que todo lo cubre, abraza a todos los seres, hasta el alba.

jueves, 17 de abril de 2008

Jacques Brel: La Canción de los Viejos Amantes

Notre Dame Nuit

Cuando oí esta canción hace años, me pareció preciosa, delicada. Por eso quiero que todos la disfrutéis.

miércoles, 16 de abril de 2008

Tarde de compras




Ayer se hizo realidad una de mis pesadillas, algo que me pone mala desde siempre. Mi madre me llevó de compras a una de esas tiendas en las que una semi adolescente te mira de arriba a abajo con cara de horror. Y todo porque el mes que viene tengo un bodorrio mega pijo. Yo iba sin ideas, más perdida que una cabra en un garaje, y mi madre mepezo a coger perchas y más perchas, y más, hasta que tuve que decirle que ya era suficiente.

Y después vino la parte más aburrida, probarme todo. Horror, odio los probadores, esos zulos en los que todo se cae al suelo, en los que hace un calor asfixiante y donde todo parece quedarte mal. Y ahí fue cuando empezó la verdadera pesadilla.

Me probé no sé cuántas blusas de esas monísimas de gasa, de las que te tienes que poner con algo debajo, para que no te hagan una radiografía, y si no fueron veinte, fue algo aproximado. En fin, media hora ahí, con un calor de muerte, y para rematarlo, vino la vendedora a darme su opinión.

Menos mal que después de elegir una de esas blusas con su respectivo top para no ser el escándalo de la boda, mi madre desistió de llevarme a más tiendas de esas y nos fuimos a tomar algo.

martes, 15 de abril de 2008

Más fotos

Más fotos de mi fin de semana en el campo...


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A esta la llamo Una Casa con Vistas. Aquí no se puede ver, pero había un paisaje impresionante.


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Después de esta "robada", emprendimos la marcha de vuelta a La Posada de Alameda.

lunes, 14 de abril de 2008

Este fin de semana, como compensación por el desastre del pasado, con el robo, lo hemos pasado muy bien. Ayer fuimos paseando desde Alameda del Valle hasta Oteruelo, en muy poco tiempo, porque está muy cerca. Y hoy hicimos la excursión complicada. Y digo que fue complicada porque fue algo accidentada. Pero todo terminó bien. Aquí hay unas fotos de los paisajes tan bonitos que hemos visto, de camino al refugio de La Majada del Cojo.


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Y después de una caminata, fuimos a comer a La Posada de Alameda, en Alameda del Valle y lo pasamos fenomenal.