Tecleo y tecleo palabras huecas. Es mi trabajo. Eso es lo que pienso para consolarme por el tiempo perdido entre impresoras, sellos, comerciales que se acercan a mi mesa para pedirme que le de prioridad a lo suyo, a su cliente, "que es muy importante". Todos dicen lo mismo, mientras se colocan bien la corbata de diseño convencional, marca Meridio Nucci.
Hace un frío horrible, como cada mañana, sea el mes que sea. Ese aire acondicionado y yo tenemos una guerra cuyas batallas gana él, invariablemente. Me duele el cuello y los dedos siguen tecleando algo que me importa un bledo, sobre una maravillosa línea de ADSL para empresas que les va a llevar a otra dimensión tecnológica. Y a un módico precio cada mes.
Y ahí está ella, mi superior, hablando y hablando por teléfono, mandando correos electrónicos a sus amigas, mientras yo sigo redactando tonterías varias. En cualquier momento lo dirá... Ya lo ha dicho. "¿Tú estás tontito, Felipe?" Miro de reojo a un lado y otro y nadie parece reparar en que esta mujer pronuncia todos los días y varias veces la frase "Felipe, tú estás tontito". Y yo me pregunto cómo es ese hombre que aguanta a una mujer de gesto hosco, que le llama tontito. Alguien que no me habla más que por correo electrónico, aunque estoy sentada enfrente de ella, que se esconde tras esa cortina de pelo negro y unas gafas de pasta que la mantienen alejada de mí. ¿Cómo será Felipe Tú Estás Tontito? ¿Lo será? ¿Será tontito de verdad...? En todo caso tiene que ser un hombre con una vena masoquista muy acusada.
Sigo tecleando, con el frío cogiéndome del cuello y los hombros. Siempre frío. Y ADSL, y Felipe Tú Estás Tontito. Me siento como si formara parte del mobiliario de la oficina. Miro por la ventana y suspiro...
Noemí Valle