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jueves, 26 de febrero de 2009

El Principio Antropomófico- 2ª Parte (relato)


Segunda parte del relato de Fernando Diego Gómez-Caldito Viseas



-Verá. El vacío que nos rodea no es tan vacuo como podría usted imaginarse. Incluso en el mejor de los vacíos posibles, y no me refiero a un gas que esté en su máximo enrarecimiento, sino en un vacío realmente absoluto, se produce un fenómeno curioso, y es que de forma espontánea se crean continuamente pares de partículas y antipartículas que surgen de la nada, se dan una pequeña vuelta por nuestra realidad y vuelven a juntarse para desintegrarse mutuamente. Todo el vacío está lleno de energía, en realidad una cantidad tal que no se puede usted imaginar. Lo que pasa es que es una energía a la que normalmente no podemos acceder, por el mismo motivo que un lago a 2000 metros de altitud posee una enorme cantidad de energía potencial pero no podríamos acceder a ella desde su superficie.


La doctora guardó silencio expectante. -Quizá cuando dije brevemente, fui demasiado optimista -confesó el médico al fin.


-Está bien -admitió la doctora mientras sacaba un lápiz afilado del bolso y lo colocaba vertical sobre la mesita, sujetándolo con un dedo- Imagine que fuera capaz de dejar este lápiz en perfecto equilibrio sobre la punta. Si nada lo tocase, en teoría podría mantenerse así indefinidamente, almacenando cierta energía. Como ve, es un equilibrio muy precario, y la más mínima perturbación lo hará caer -dijo mientras lo soltaba y caía como un diminuto árbol golpeando contra la tabla- liberando la energía almacenada y alcanzando un nuevo estado de equilibrio mucho más estable. Ahora el lápiz está en reposo sobre la mesa, lo cual no significa que no tenga más energía potencial. De hecho sigue teniendo casi tanta como antes. Lo que pasa es que ya no bastará con una leve perturbación para extraerla, sino que será necesario algo un poco más contundente.


En ese momento, golpeó el lápiz con el índice como si jugara a las chapas y lo hizo rodar hasta que cayó por el borde de la mesa, rebotando contra el suelo. Desmond lo observó ausente.


-Análogamente –continuó- en un principio el universo estaba en un estado de equilibrio muy inestable, almacenando una gran energía, como el lápiz sobre la punta. Fue la rotura de este equilibrio lo que produjo el Big Bang. Durante los primeros instantes liberó tanta energía que el universo se inflaba de forma exponencial, y estaba tan caliente que las cuatro fuerzas fundamentales (la gravedad, la electromagnética, la fuerte y la débil) estaban unidas en una sola superfueza. Conforme el universo alcanzaba el estado de equilibrio estas cuatro fuerzas fueron separándose y dándole las propiedades que tiene en la actualidad, de forma parecida a como cristalizaría el hielo en un vaso de agua que se enfría bruscamente. Pero el que el universo esté en un estado de equilibrio más estable no significa que no posea una enorme cantidad de energía potencial.


-Ya veo. -dijo el psiquiatra- ¿Y cómo piensan empujar el lápiz hasta el suelo? Vanesa sonrió orgullosa. -Buscando los bordes de la mesa -contestó.


-Si no me equivoco -precisó Héctor dirigiéndose a Desmond- fuiste tú el que puso en marcha todo esto, aunque tal vez de forma circunstancial, ¿verdad? -Y en qué mala hora. Podría haberme ahorrado diez años de mi vida que he tirado por el retrete.


-No digas eso, Víctor -protestó Vanesa- Durante estos años hemos dado pasos de gigante tanto en física teórica como en aplicada, en gran medida gracias a ti -la mujer se giró sobre su asiento para encararse con el viejo físico, probando un tono ligeramente adulador- Si todavía somos capaces de poner en marcha el proyecto, podrías pasar a la historia como el artífice de una nueva era.


-¡Es que no se enteran! -explotó el anciano, dando un sonoro manotazo a la mesa- ¡Sólo hemos avanzado hacia el precipicio, como el lápiz que tan despreocupadamente arrogaste al suelo! ¿Es que realmente no son capaces de comprender que hemos estado a punto de causar una catástrofe de proporciones cósmicas?


-Eso -interrumpió el abogado- es muy difícil de creer. Y le aconsejo que no vaya diciendo esas cosas por ahí. Está dramatizando, y ya tenemos suficientes problemas como para que encima ahora puedan acusarnos de Dios sabe qué. Probablemente perdamos millones con toda esta historia, pero si no se calma todavía logrará que nos metan a todos en la cárcel, aunque sólo esté diciendo tonterías.


-Escúchame bien, hijo de puta -gruñó Desmond rojo de ira. Se veían claramente las venas de las sienes palpitantes- Yo ya daba lecciones de física en la universidad cuando todavía manchabas los pañales. Ni todas las clases del mundo podrían hacer que te dieras cuenta de la dimensión de en lo que estás metido. Esto te queda muy grande, mocoso, así que te sugiero que cualquier nueva brillante aportación que tengas, cojas y te la metas por el culo.


-¡Cálmese, por favor! -reclamó el psicólogo-. Si no lo hace tendré que darle algún sedante.


-Tranquilízate, Víctor, te va a dar un síncope -medió la mujer- Estamos aquí precisamente para que todos podamos comprender lo que pasó hace tres días, así que tengamos un poquito de calma y tranquilidad. Ah, y Héctor... -¿Si?




-¡Cállate!


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