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domingo, 1 de marzo de 2009

El Principio Antropomófico- 3ª Parte (relato)

Tercera parte del relato de Fernando Diego Gómez-Caldito Viseas.


Agujero negro Pictures, Images and Photos



El médico esperó unos instantes a que las aguas volvieran a su cauce antes de continuar. Héctor, cuyo color le había abandonado el rostro, miraba furibundo a su compañera. Ésta observaba con ojos preocupados al hombre que no hacía mucho había admirado como un auténtico mentor, el cual ahora miraba al suelo, mientras daba golpecitos con el pié al lápiz que nadie se había molestado en recoger.


-Bueno, doctora, iba a explicarnos la técnica que pretenden utilizar para obtener esa energía de vacío.


-Bien. Todo comenzó hará unos 10 años, cuando Desmond trabajaba en el Gran Colisionados de Hadrones del CERN. Por aquella época descubrió que podían crearse en condiciones controladas microagujeros negros.


-¿Y eso no es peligroso? -preguntó Howard alarmado- ¿Es ese el motivo de su inquietud, señor Desmond?


-No sea ridículo -respondió el aludido- Estamos hablando de agujeros negros más pequeños que un protón. Tienen tan poca masa que se desintegran en una fracción de segundo debido a la radiación de Hawkings.


-Cierto -corroboró la doctora- Pero el hecho de que durante una insignificante fracción de tiempo estén ahí abre muchas posibilidades. Fue el propio Desmond el que escribió un artículo sobre la viabilidad de crear y estabilizar microagujeros en una prestigiosa revista, a raíz de lo cual se le contrató en CERES. Verá. Para entender lo que nos proponemos primero debe comprender algunas cosas sobre los agujeros negros. Lo más importante que debe tener en cuenta es que un agujero negro es una singularidad cerrada rodeada por un horizonte de sucesos.


-Naturalmente -Dijo el psiquiatra con una mueca sarcástica- ¿Dónde está el problema?


-Perdone -se disculpó la mujer, que sonrió ligeramente avergonzada- Mire, una forma de imaginarse un agujero negro es como una especie de pozo sin fondo, pero que tiene una apertura como la boca de una trompeta. Imagínese que empuja una pesada carretilla cerca de este pozo. Cuanto más alejado de la boca esté más fácil le resultará empujarla, pero conforme más se acerque al pozo, mayor será la pendiente y más difícil le será evitar que caiga. Llegará un momento que le resultará completamente imposible sujetarla, y caerá al fondo. Cuanto menos pese la carretilla más se podrá acercar al centro del pozo sin que se vea arrastrado por ella. Pues bien, un agujero negro es exactamente igual. Pero en este caso, hay un momento en que no importa lo ligera que sea esa carretilla: Caerá inexorablemente. Incluso la luz, una vez que pase ese límite, sucumbirá sin poder remediarlo. Esta frontera es lo que se conoce como Horizonte de Sucesos, y mucha gente lo confunde con el agujero negro en sí. En realidad éste se encuentra en el centro de ese horizonte, y puede ser mucho más pequeño, sólo que no podemos verlo. A esa región, al agujero en sí mismo, lo llamamos Singularidad. Es una singularidad cerrada porque nada puede salir de ella. Y es aquí donde cobra importancia el trabajo de Desmond.


-Hay que joderse... -bufó éste.


-Lo que Víctor consiguió -continuó Vanesa mientras atravesaba con la mirada a Desmond haciendo caso omiso del comentario de este - fue una manera de manipular los microagujeros negros. Ahora no sólo podemos crearlos, sino estabilizarlos, variar su eje de rotación e incluso el sentido y la velocidad de ésta. Hemos tardado casi diez años en conseguirlo, pero por fin hace tres días estábamos preparados para realizar un experimento crucial.


-Fue el día en que Desmond enloqueció -puntualizó el abogado. Vanesa temió por unos instantes que el viejo físico se abalanzara sobre él, pero éste seguía mirando aparentemente al suelo, aunque seguramente observaba algún lugar mucho más lejano.


-En efecto -confirmó ella- Verá, estas singularidades son unas aberraciones que parecen avergonzar profundamente al Universo. Por eso las oculta pudorosamente detrás del horizonte de sucesos. Nosotros pretendíamos sacar a esta singularidad a la luz. Para ello, hicimos girar el microagujero sobre su eje cada vez más y más deprisa. Gastamos tanta electricidad en ello que tuvimos que hacerlo por la noche, para que la ciudad no notara las bajadas de tensión. La idea era hacer girar tan rápido al agujero que la singularidad se fuera achatando por los polos y ensanchando en su ecuador, cada vez más y más, hasta que este ecuador rebasara la frontera del horizonte de sucesos. En ese momento, tendríamos una singularidad desnuda, y una puerta de acceso al falso vacío, un surtidor de energía que podríamos aprovechar. Si el experimento hubiera tenido éxito habríamos obtenido la forma de saciar de una vez por todas las necesidades energéticas mundiales.


-Pero no funcionó -concluyó el psiquiatra.


-No, no funcionó -reconoció Vanesa frustrada, recostándose en el respaldo mientras apartaba la vista hacia algún punto indefinido. Por un momento Desmond pareció regresar de donde fuera que estuviera y la miró furtivo.


-Mire, Desmond -intercedió el abogado, cauteloso- Sólo queremos saber qué fue lo que pasó. Necesitamos su ayuda. Si tan peligroso es el experimento, por favor, explíquenoslo para que pueda ponerlo en mi informe. Le garantizo que seré todo lo convincente que pueda. ¿Cómo vamos a realizar cualquier acción que pueda, según usted, destruir el Universo? ¡No tenemos otro! Le aseguro que a los de marketing no les gustaría la idea -bromeó.


El silencio se hizo dueño de la sala, mientras el abogado, la doctora y el médico observaban expectantes al viejo científico. Al fin, Desmond empezó a reaccionar, lentamente, como si despertara de un profundo coma. Por primera vez desde que llegaron, miró a Vanesa a los ojos. Luego, sereno, comenzó a hablar.


-La verdad es que temo que con lo que voy a contaros me toméis por loco -dijo. Luego, miró unos instantes a su alrededor, como recapacitando sobre su tal vez no demasiado afortunado comienzo- Bueno, qué más da, ¿verdad? -sonrió agriamente- Dicen que si una persona fuera capaz de percibir la verdadera magnitud del universo, y por tanto la insignificancia de su ser, sucumbiría inmediatamente a la locura. Puede que me haya pasado algo parecido. Durante las últimas fases de la investigación he llegado a inquietantes conclusiones sobre la naturaleza misma del universo. Cuando por fin encajé la última pieza del rompecabezas pude observar con meridiana claridad una visión cosmológica completa. Y la consecuencia inevitable de esa realidad es la destrucción completa de todo.


-¿De todo? -preguntó Héctor incrédulo- ¿No cree que estamos siendo un poco exagerados?


-¡Sí, de todo, de la Tierra, del sistema solar, de la galaxia... De todo el Universo!


-¡Cálmate, Víctor! -suplicó Vanesa- Debes de entender que resulta muy difícil creer que podamos destruir todo el universo desde un laboratorio, ¿no crees? Es que... ¡joder!, no estás diciendo que podíamos haber volado el edificio, o media ciudad. ¡No!. Estas diciendo que podríamos haber destruido el Universo entero. ¡El Universo! ¿Te das cuenta de como suena eso?


-Me doy cuenta -sentenció Desmond.


-¿Y bien? -inquirió la mujer al ver que no parecía que su colega fuera a continuar hablando. Tras unos segundos, el viejo profesor prosiguió.


-Veréis... cuando uno da lecciones de física en un instituto o en una universidad, se explican una serie de leyes básicas, un grupo de fundamentos que hace que todo parezca tener sentido. Las leyes de la física son las que son, y no se pueden romper, simplemente porque el Universo está hecho así. De esta manera podemos explicar cualquier fenómeno natural. Las leyes parecen tener una belleza intrínseca, están relacionadas, de forma que unas son consecuencia lógica de las otras, y al final tenemos un mosaico de leyes y propiedades, una especie de piedra de roseta que explica cómo funciona todo. Las cosas son como son porque no podrían ser de otra manera. Simplemente todo encaja de forma natural. No tiene sentido imaginar un universo donde los objetos no tengan inercia, o donde las cargas opuestas no se atraigan. Todo tiene una lógica... o casi todo. Existen una serie de parámetros que parecen puestos "a dedo".


-Creo, señor Desmond, que me estoy perdiendo -confesó el doctor.


-Lo que quiero decir -continuó Víctor-, es que cualquier fenómeno que observe puede ser explicado como una consecuencia lógica de las leyes de la física. Es como un triángulo plano: sus ángulos sumarán 180 grados sexagesimales, simplemente porque no puede ser de otra manera. Todo tiene un orden natural. Pero en la naturaleza, hay ciertos parámetros que parecen tener un valor caprichoso. No existe ninguna ley que implique necesariamente que tengan que tener ese valor. Podría ser cualquier otro. ¿Por qué la constante de gravitación universal vale exactamente 6,673x10E-11? ¿O la constante de permitividad del vacío 8,854x10E-14? No hay ninguna razón aparente para que sea así. Simplemente, cuando se formó el universo, por algún motivo, estos parámetros ya venían de serie. Lo más aterrador es pensar en que si cualquiera de ellos fuera tan sólo mínimamente diferente del actual, el universo sería completamente distinto. Por ejemplo, si el valor de la constante gravitatoria fuera ligeramente mayor, las estrellas consumirían su reserva nuclear en mucho menos tiempo, no en miles millones de años, sino en cientos de millones de años, tal vez menos. La fase principal sería tan corta que no daría tiempo a que se pudieran generar formas de vida complejas. Además, el universo se cerraría sobre sí mismo en poco tiempo y colapsaría. No nos habría dado tiempo a evolucionar, probablemente ninguna criatura podría haberlo hecho.


"Si la constante fuera un poco menor, no se habrían formado las galaxias. Los materiales del universo estarían más dispersos, apenas habría estrellas, y mucho menos supernovas. Por tanto, no se habría producido la nucleosíntesis de elementos complejos, y el universo entero sería un montón de nubes de hidrógeno, sin forma definida." "Lo mismo pasaría con la constante de permitividad, que afecta a la intensidad con la que se atraen las cargas eléctricas. O con la de Plank, o con cualquier otra. Son parámetros aparentemente aleatorios, pero en los cuales la más mínima variación afectaría completamente a la vida no sólo en la tierra, sino en todo el Universo. No pueden ser aleatorios. Algo los ha predefinido."

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