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viernes, 27 de julio de 2018

Rayo de luna




La luz plateada se coló por la ventana y contempló al durmiente, ajeno a los dedos alargados y fantasmales de un rayo de luna. Se acercó a su rostro, acarició su pelo y trató de colarse en sus sueños, atravesando los párpados... Pero el durmiente continuaba muy lejos, en el reino de Morfeo. Le veía, envuelto en las sábanas, con su pecho subiendo y bajando al son de su respiración; la placidez le hacía más lejano. ¿Cómo se atrevía a no admirar su luz mágica? 
Comenzó a danzar alrededor del durmiente; jugueteó con la lámpara del techo y retó a una carrera a la oscuridad. La luz avanzaba, tiñendo de blanco la pared, los cuadros, el armario... Se rió como un niño travieso. La negrura fue ganando terreno, hasta que en unos segundos, el rayo de luna se desvaneció, despidiéndose con un beso. 


Amalia N. Sánchez Valle

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