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domingo, 15 de marzo de 2009

Billar a cuatro dimensiones (relato)

Una vez más traigo un relato que no es mío, sino del mismo autor de El Principio Antropomórfico, Fernando Diego Gómez-Caldito Viseas. Espero que os guste y os parezca interesante.



Billar Pictures, Images and Photos




-Bola rosa a la tronera central.


El taco se desliza suave entre los dedos manchados de tiza azul, amagando varias veces. Desde aquí puedo ver cómo mi oponente calcula la fuerza, el ángulo, el efecto. Se inclina hasta casi tocar con la barbilla la madera barnizada que brilla bajo los neones que iluminan la mesa. Finalmente golpea la bola blanca, suavemente, ligeramente de lado, acomodándola en su futuro emplazamiento tras el rebote para dejar un tiro limpio en la siguiente jugada. Rebosa confianza. La bola rosa, la herida, ha salido despedida de forma inexorable hacia la tronera de la esquina tras recibir el impacto de la blanca, mientras esta se coloca alineada con una de las rojas dejando un tiro diáfano. Es bueno. Recojo la bola rosa del fondo de la redecilla del agujero y la vuelvo a colocar en su sitio. Es más cómodo cuando alguien hace las veces de árbitro o de coime, pero nos las apañamos nosotros dos.


Nunca lo había visto antes de hoy. Debe de ser nuevo en la sala. Me dijo su nombre, pero no me acuerdo. La verdad es que me da igual. Por lo menos sabe jugar, lo cual no es poco. Estoy cansado de enfrentarme con jugadores que se piensan que por saber hacer unas pocas carambolas o por ganar a sus compañeros de borracheras nocturnas en las mesas de billar americano de los bares se creen que pueden venir aquí a dar lecciones de snooker. Que equivocados están.


Me gusta el snooker. La geometría y la estrategia se dan la mano en este tipo de billar más que en ningún otro. Me encanta la mesa, enorme, con su inmaculado paño verde, como un campo de batalla sobre el que desplegar una estrategia vencedora. Siempre me ha gustado la estrategia. Hay que ser capaz de ver las jugadas por adelantado, no sólo embocar la bola, sino calcular el rebote de la blanca para preparar el siguiente tiro. En el snooker hay que saber dónde va a ir cada una de las bolas de la mesa antes de golpear con el taco. Si ves que no tienes un buen rebote, es mejor asegurarse de que el contrario no pueda quedar con un objetivo claro. Siempre hay que pensar con varias jugadas de antelación.


Y también está la geometría. Siempre me ha gustado la geometría. Es una de mis debilidades. Ángulos y efectos; geometría y física. Es una pena que nunca ninguno de mis compañeros... excompañeros, mejor pensado, hayan sabido jugar. El billar es un deporte especialmente apropiado para los físicos y los matemáticos.


-Roja a la esquina.


Mi rival de esta noche sigue jugando, encadenando golpes, mientras no falle. Este tiro es más fácil. La dejó bien colocada en la jugada anterior. Qué personaje tan anodino. Podría haberme cruzado con él mil veces y tampoco lo recordaría. Pero la verdad es que me pasaba lo mismo con la mayoría de la gente del instituto tecnológico. Siempre rodeado de personajes vulgares, mediocres, pagados de sí mismos. Así que me conformo con venir aquí, rodeado de rostros anónimos, buscando alguien dispuesto a medirse conmigo. No tengo que discutir con ellos, no tengo que explicarles hasta la saciedad el más mínimo concepto, no tengo que verles cada día y hacer el esfuerzo de aparentar que me importa algo de sus miserables vidas. Lo único que echo en falta el trabajo en sí mismo.


-Bola negra a la esquina.


Mi oponente se ha hecho fuerte en la zona baja de la mesa, donde está la bola negra. No tardo en recogerla de la tronera y devolverla a su lugar en el tapete. A este paso va a limpiar la mesa. Ahora empezará con el carrusel bicolor: Bola roja, bola negra, bola roja, bola negra... las bolas rojas desaparecen, la negra reaparece. Si es bueno acabará con todas las bolas rojas sin ceder el turno. Ya veremos.


Me gustaba mi trabajo. Es una pena que la mediocridad acabara imponiéndose. Hoy sería el gran día. Pero no estoy allí, sino que me encuentro al otro lado de la ciudad, jugando al billar con un desconocido mientras mis colegas se dedican a hacer carambolas con electrones y fotones. Que idiotas.


Suena la señal horaria de las 12:00 en la radio que siempre sintoniza el dueño del local desde el otro lado de la barra: Música clásica y jazz, tan sólo interrumpida por escuetos boletines informativos. A esta hora deberían de estar empezando. Ya falta poco para el gran momento. Ahora se arrepentirán de haberme expulsado del grupo de investigación. Íbamos a jugar la mejor partida de billar de la historia. Las bolas serían los electrones, y las troneras los extremos de un agujero de gusano: un túnel a través del espacio-tiempo, un atajo. Lanzaríamos un electrón por una de las bocas del agujero de gusano y aparecería inmediatamente por la otra. Sería como si la bola negra, cuando entrara por una de las troneras de la mesa apareciera inmediatamente por la opuesta. Menuda partida sería. Pero yo no formo parte del proyecto. Ya no. Y ninguno de esos estúpidos tiene idea de billar.


¡Ha fallado! El hombre de rostro anodino ha marrado al embocar la negra. No eres tan bueno, después de todo. Ahora me toca a mí, y tengo un tiro franco para embocar una roja. Si mantengo la concentración saldré victorioso. Con calma. Es tan importante embocar como colocar la bola para la siguiente jugada.


Bien. Me acerco a la mesa y echo un vistazo mientras froto la punta del taco con la tiza. Miro, observo, analizo las opciones. Ya lo veo.


-La bola roja a la esquina -informo a mi contrincante, que ya ha visto la jugada tan clara como yo. Me ha dejado un tiro fácil con el que puedo preparar también el siguiente golpe.


Sí. Me inclino sobre el tapete, colocando tan sólo tres dedos sobre el mismo, mientras que hago deslizar el taco sobre los otros dos, con pulso firme, sujeto el taco por la maza y golpeo la bola blanca. Perfecto. Cuando impacta a la roja, ésta acaba en la tronera de la esquina, mientras que la primera sale disparada hacia la banda, rebota y se queda alineada con la bola negra, enfilándola para la siguiente embocadura. Siempre varias jugadas por delante. Eso es lo que no entienden mis antiguos compañeros.


Van a crear un minúsculo agujero de gusano, con las bocas lo suficientemente grandes como para que pueda entrar un electrón. Cada una en un extremo del laboratorio. Y entonces el experimento fracasará. Los muy estúpidos. Si supieran que lo único que necesitan es una simple tabla de madera... incluso una lámina de cartulina podría bastar. Pero no lo saben, y no lo sabrán nunca. Porque no ven la jugada.


Poco a poco voy limpiando la mesa. Cada vez que emboco la bola negra me acerco más y más a la victoria. ¿Por dónde irán en el laboratorio? Ya debe de faltar poco. Me imagino un tiro de billar maestro, con un electrón que entra en una de las bocas del agujero, y sale por la otra. Pero si se hace bien, podría hacer que saliera en dirección a la primera boca. Volvería a caer en ella y volvería a salir por la otra, y así podría proseguir indefinidamente. Pero eso es imposible, porque los extremos del agujero de gusano también se moverán, y además apenas durarán una fracción de segundo. Pero una fracción de segundo puede ser mucho tiempo. En eso no han caído. Naturalmente que saben que se moverán, de forma arbitraria, además. De lo que no se dan cuenta es de las implicaciones que eso conlleva. No se dan cuenta de que van a crear una máquina del tiempo.


Ya sólo queda una de las bolas rojas. En cuanto meta esta y la negra habré ganado la partida. En realidad ya la he ganado, porque tengo las dos jugadas ya resueltas en mi mente. Tan sólo tengo que tirar. Empiezo a notar cierta agitación. Pero no es mía. Viene de fuera, de la calle. Ya ha ocurrido.


Jugar con el tiempo es peligroso. Si una de las troneras fuera una boca de un agujero de gusano y estuviera un segundo más atrás en el tiempo que la que fuera su otro extremo, podría meter una bola en uno de ellos y saldría por la primera antes de que hubiera entrado. Podría incluso desviarse a sí misma, con lo que nunca habría embocado. Es una paradoja como la del hombre que viaja al pasado y mata a su madre. ¿Como puede haber matado a su madre si esta nunca le dio a luz? Ciertamente, jugar con el tiempo es peligroso.


Bien. Ya he metido la bola roja. Sólo queda la negra, una vez más. La agitación se hace más intensa. Alguien pide que el dueño ponga una emisora de noticias, y mi rival está cada vez más nervioso.


El problema con el agujero de gusano del laboratorio es que no utilizan bolas de billar. Utilizan electrones, que se mueven muy rápido. No necesitan un desfase en el tiempo de un segundo: con millonésimas de segundo es suficiente. Y los extremos del agujero se mueven muy rápido. Hasta un niño sabe que objetos que se mueven a diferentes velocidades tienen marcos temporales distintos. Bueno, seguro que un niño no lo sabe, pero se supone que unos científicos de un instituto tecnológico sí. Y los muy tontos no le han dado importancia. Eran tan prepotentes que decidieron que no necesitaban mi ayuda. No podían aguantar que pusiera en evidencia su mediocridad. Decían que no sabía trabajar en equipo y tuvieron la osadía de echarme. Luego tuvieron la desfachatez de pedirme ayuda...¿Cómo lo llamaban?... ah, sí... un colaborador externo. ¡Que se vayan al infierno! Idiotas. El tiempo pasa más lentamente cuanto más rápido te mueves. Si una de las bocas del agujero de gusano se mueve más rápido que la otra, se moverá más despacio en el tiempo. Todo lo que salga por ella se desplazará hacia atrás, hacia el pasado. Sólo una millonésima parte de un segundo, pero eso basta.


-Las informaciones son todavía confusas -un reportero habla nervioso a través de la radio. Su voz está camuflada entre el ruido ambiente de viento, griterío y sirenas-. Todavía no se sabe qué es lo que realmente ha ocurrido, pero se teme que se trate del mayor atentado terrorista...


¡Qué van a saber! No tienen ni idea. Los muy idiotas iban a lanzar un electrón, pero toda la sala estaba iluminada con millones de fotones. Era inevitable que alguno entrara por una de las bocas y saliera por la otra, en dirección a aquella por la que entró la primera vez. Y como las entradas al agujero de gusano se mueven a muy distintas velocidades, y además muy rápido, al entrar en el túnel viajó también al pasado. Era sólo cuestión de tiempo que el mismo fotón que ya había entrado en el agujero de gusano, volviera a salir, en su pasado inmediato, y volviera a entrar otra vez, acompañándose a sí mismo. Y volverían al pasado, esta vez dos fotones, después tres...cuatro...miles...millones... y así en un bucle infinito, hasta que el propio tejido del universo gritara ¡basta!. Cuestión de tiempo. Y es una máquina del tiempo, por lo que para un observador externo todo el proceso es instantáneo. En cuestión de un instante se habrá producido una cantidad inimaginable de energía. Idiotas. Un simple cartón que hubiera impedido el paso de la luz entre los extremos del agujero de gusano habría bastado. En el snooker hay que saber dónde va a ir cada una de las bolas de la mesa antes de golpear con el taco.


Me preparo para dar el golpe definitivo, que me dará la victoria. Mi rival de esta noche hace rato que ha abandonado la mesa, y está en la barra, junto a un montón de rostros anónimos como el suyo, escuchando con rostros compungidos las noticias que una voz femenina narra desde el transistor. Finalmente, golpeo.


-Realmente no tengo palabras para describir el horror que se vive en la ciudad. Aunque las fuentes oficiales de momento guardan silencio absoluto, puede que se trate de un ataque nuclear. Un hongo atómico ha sido claramente visible desde toda la metrópoli. No existe ninguna clase de recuento o estimación de víctimas, pero esta claro que la explosión ha destruido completamente varias manzanas. Nadie se atreve a dar una cifra, aunque los más pesimistas dicen que tendrán que contarse por miles...


Allá va la bola negra, avanzando directa a la tronera. Rueda lentamente hasta caer en el oscuro agujero. Lástima que nadie sea testigo de mi triunfo.


Yo gano.





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