Una luz
Era una luz que navegaba en un mar negro e insondable, entre espumas de nebulosas y polvo de estrellas; temía acercarse demasiado al lento y malhumorado Júpiter, siempre cubierto de tormentas que le traían de cabeza, preguntándose siempre por lo divino y lo humano. Había recorrido una gran distancia y muchos años le separaban de su casa, pero no podía rendirse.
Siguió girando alrededor de si mismo, como una bailarina que hiciera una pirueta en un escenario imaginario. Ahí estaba Júpiter, mascullando con mal humor, gigantesco, imponiendo autoridad, y él sintió que le atraía para sí, le había atrapado como habría hecho un pescador con sus redes y no podía desasirse de ese control férreo. Le habían programado para eso, pero tenía miedo a perderse, a golpearse contra la superficie, y entonces se dejó llevar. Cerró los ojos y dejó que los controles funcionaran solos, hasta que notó que se posaba sobre la superficie. Jupiter le había dejado posarse,l enta y paulatinamente, sin luchar. Después de unos segundos, comenzó la transmisión. Estoy aquí, quería decirles a sus creadores. Estoy aquí, he llegado bien.
Años después, el director estaba sentado en su despacho, con una taza de café en la mano, leyendo unos informes que había encontrado apilados sobre la mesa. "El estudio de los movimientos sísmicos", rezaba en el título. Sonó el teléfono; era ese ingeniero español, le había reconocido por su acento y su voz delataba emoción. "Sí, ya voy", contestó él, tranquilamente. Dejó las gafas sobre su escritorio y salió del despacho, frotándose los ojos con las manos. Atravesó el entramado de pasillos y llegó hasta la sala de control de las misiones.
"Así que por fin tenemos datos de nuestro satélite..." Había sido una labor sin recompensa inmediata, pero ahí estaban las fotos y los datos de los análisis de las materias primas de Júpiter.
Esto se lo dedico a mi padrino, que lleva muchos años diseñando satélites, persiguiendo su sueño.
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