Almas que engulló el tiempo.
Muerte que vino del cielo,
que se tornó en gris plomizo...
La vida desapareció,
las risas y los llantos cesaron,
para siempre;
muerte y solo muerte
recorriendo las calles empedradas,
con la negra sombra
que visitaba las villas y el foro,
y el mercado,
llevándose por delante
a quienes no escaparon...
El gigante contempla,
a sus pies,
todo cuanto se llevó;
con la mirada puesta
en los campos baldíos
y en el foro,
otrora un hervidero de vida.
Piedra y cenizas,
y vías desiertas...
Y ahora,
los fantasmas siguen,
curiosos,
los pasos de visitantes extraños
que no temen al gigante
a pesar de todo,
ignorantes ellos,
¿es que no aprenden del pasado?
Y ven ponerse el sol,
proyectando las sombras
sobre los suelos empedrados,
mientras los frescos oscurecen,
en la Villa de los Misterios...
Noemí Valle