Relajación (microrrelato)
Cerró los ojos y trató de respirar hondo; sintió el movimiento cadencioso del aire entrando hasta el vientre, pasando por los pulmones, y saliendo, despacio. Le habían dicho que dejara la mente en blanco, pero ella solo contemplaba oscuridad, bajo sus párpados. Las tensiones se agolpaban en su nuca; desde allí, un dolor recorría el cráneo. Era como escuchar un grito interior, que le recordaba lo difícil que había sido el día; una sucesión de inseguridades, que ya tendrían que haber desaparecido, a esas alturas de su vida. Casi podía verse desde fuera, con los brazos extendidos a los lados del cuerpo, el rostro contraído en una mueca de dolor y su pecho agitado por la respiración. Pero eso no era lo que quería; deseaba descansar su mente, dejar de lado la frustración y la sensación de vivir en una isla. Decidió concentrarse en el sonido de respiración, como si de una especie de mantra se tratara, mientras su pecho subía y bajaba, subía y bajaba... Necesitaba dejar atrás la tempestad, las mareas en las que se perdía la paz de su espíritu, las soledades; necesitaba dejar de escuchar su yo interior, silenciar sus frustraciones y caer en los brazos del sueño. Ni las preocupaciones del trabajo, ni las relaciones complicadas del día a día. Mientras, sus miembros pesaban cada vez más, como sus párpados y los músculos del rostro se aflojaban. Silencio. Solo debía respirar, desterrando las imágenes que pasaban por su mente; una ventana, un árbol, el vagón del metro, una carpeta llena de papeles, unas manos, alguien caminando. Fuera, fuera todo de su mente. Sin tensiones, sin dolor, sin miedos... Ya no era esa niña tímida y asustada. Nada debía entrar en su mente, ni los recuerdos, ni las sensaciones de antaño. Solo tenía cabida la paz...
Amalia Noemí
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