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jueves, 12 de agosto de 2021

Aniversario (relato corto)

 Ahí estaba yo, un día más; los coches pasaban, veloces, delante de mi y jugaba a inventarme la conversación que tenían los ocupantes, en ese momento. "Ese, de color rojo, seguro que va hablando con el manos libres", pensé. Era lo que hacía yo. "¿De qué irá hablando, de trabajo? Seguro que sí". Mis favoritos eran los sedan blancos, con varios pasajeros. Eran familias; los padres y varios hijos. Los niños  discutían, como hacíamos mis hermanos y yo cuando mis padres nos llevaban al pueblo. Mi hermana pequeña se dormía y su cabeza pesaba sobre mi hombro. Cuánto me enfadaba... Y mi hermano mayor se quejaba de mi codo. 

Aquel día llevaba un buen rato contando cuántos coches azules pasaban por allí, cuando un vehículo aminoró y aparcó en la entrada de una finca. "Así que es mi aniversario", pensé. Una mujer, con un vestido azul marino y gafas de sol, se bajó del asiento del conductor y abrió la puerta de los pasajeros. De allí salieron tres niñas. Las contemplé, orgulloso; qué mayores estaban ya mis hijas. Una de ellas llevaba un ramo de flores y se lo entregó a mi mujer, que las inspeccionó. Este año eran de distintos colores, con una cinta que las envolvía y terminaba en un lazo. Besó a nuestras hijas y pude adivinar una lágrima recorriendo su mejilla, escapándose por debajo de sus gafas. Estaba guapa, con su pelo rubio, suelto y sus labios rojos, como siempre. Y las niñas, con sus rostros serios, se abrazaron a ella. La mayor ya casi le llegaba por el hombro. El año pasado parecía tan pequeña... La mediana tenía el pelo más largo que la última vez, y más oscuro. "Se parece más a mí", pensé, y sonreí. Y nuestra pequeña, ya no era tan pequeña. Llevaba un bolsito cruzado de color rosa, a juego con las zapatillas, y unos vaqueros con parches de unicornios y arco iris. Sus hermanas ya habían superado esa fase. Definitivamente, en un año habían crecido mucho. Eché de menos abrazarlas. 

Quitaron el ramo ajado que me había acompañado en el último año y los sustituyeron por el nuevo, con mimo. "Os echo de menos", dije. Ellas no podían oírme, pero necesitaba decirlo. Lloraron en silencio durante unos instantes, volvieron al coche y vi como se alejaban. Les dije adiós con la mano... 

"Qué suerte", me dijo el motorista. "Los míos ya no vienen. El primer año sí, pero ya está."  Se sentó a mi lado, en el arcén, y contemplamos en silencio el tráfico. 






Amalia N. Sánchez

En pie (reflexiones)





Una vez más, me asalta la melancolía; se convierte en mi piel y en mi esqueleto, uniéndose a cada célula, como ese parásito que lo devora todo... Porque soy tan distinta, que a veces me cuesta caminar y apoyarme en mis ideas, en mi yo. No es fácil escapar de la corriente, en lugar de dejarse arrastrar, cuando en realidad anhelas la calma en la que nunca has vivido. Ser yo misma, a pesar de la melancolía, a pesar de las luchas, es lo único que sé hacer, aunque eso me lleve a tropezar una y otra vez. La piel que me cobija es frágil, pero mis huesos me mantienen en pie. 







Amalia N. Sánchez