Observad su semblante,
pues estáis contemplando al mejor,
al más valiente, y a la vez,
al más humano de los caballeros.
Su nombre perdurará siempre,
junto a Arturo, su señor,
que le amó como a un hermano.
"Lancelot" susurra alguien,
que le ve alejarse a caballo.
"Lancelot, dejadme ir con vos..."
Y el bosque se traga,
en la espesura,
a Lancelot,
que no quiere mirar hacia atrás,
para no desear unos besos
que no le pertenecen.
Busca seguir el camino de la espada,
alejarse de lo bello
y dar su vida.
"Volved a mí, Lancelot",
susurra Ginebra,
desde la lejanía.
Y su voz llega a él,
flotando en el aire,
y le acaricia el rostro,
con dedos invisibles
que le impiden luchar
consigo mismo...
No quiere alejarse,
ni caer en la tentación;
sueña con unas manos blancas,
que mesen sus cabellos,
y sueña también con el brillo de la espada.
Solo él puede huir,
o condenarse para siempre.
"Volver, eso haré", piensa,
"aunque me condene ..."