Hoy ha sido un día caótico, y aunque parezca mentira, hasta ahora no he podido sentarme con calma a escribir un poco. De hecho, esta semana va a ser entera caótica. Ahora lo único que me queda en la memoria es lo que alguien que lo fue todo para mí durante once años me ha pedido hace un rato: que sonría.
Mis ojos están ya secos,
huérfanos de lágrimas,
y no salen suspiros de mis labios,
porque me quedé vacía,
todo lo di,
me desprendí de todo lo bueno
y te lo entregué, envuelto,
como regalo,
porque así me sentía feliz.
No eché de menos
lo mejor de mí,
porque verte sonreir,
cada día,
era mi recompensa.
Las lágrimas se secaron,
y los sueños rotos,
nacidos en común,
y lo que me hacías sentir,
al susurrar mi nombre.
Todo eso se perdió
y no volverá.
Y mi sonrisa,
¿dónde está mi sonrisa?
Se borró de mi rostro,
y solo queda una mueca
de muñeca rota,
de ojos tristes y secos,
que miran sin ver,
intentando encontrar,
en mi alma,
una pizca de alegría.
O la menos, inventarla,
dibujar en mis labios,
con carmín,
una sonrisa nueva,
a juego con mi vida nueva.
Selene