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viernes, 12 de febrero de 2021

Noches pandémicas de insomnio y dudas

Foto: Amalia Noemí Sánchez Valle. Madrid, 11 de febrero de 2021





   


La mente me mantiene despierta, no sé muy bien por qué; mientras mis ojos arden en cansancio, busco en los recovecos de mi cerebro una brizna de paz que me lleve al reino de los sueños... No te engañes, me digo a mí misma. "Solo llegarás allí por agotamiento". Y es cierto, siempre es cierto. 

Las notas musicales me llevan muy lejos en el tiempo, en una tarde de invierno, paseando de la mano de aquel novio, durante la carrera, cuando acababa de descubrir los cafés del Madrid de los Austrias, en los que la música clásica, o el jazz amenizaban como fondo las conversaciones. Hablábamos de esa película que me había encantado o de música, de la carrera, de los sueños, de qué hacer después de la licenciatura. No lo sabía aún, pero estaba perdida en un mar de dudas, sin saber qué rumbo tomar. Lo único cierto era que en mi mente había muchos sueños, muchos poemas y relatos por escribir, muchas canciones a las que dar vida con mi voz y el convencimiento de que era demasiado soñadora para ser abogada; demasiados miedos, demasiada timidez... 

Años después me vuelve a asaltar la duda; esta vez es distinto, pero no por ello menos desasosegante: Me busco a mí misma, busco un atisbo de vocación. ¿Dónde, está? ¿A dónde me llevará este tiempo distópico, en el que no existen los abrazos, los besos ni las tardes de cafés, sin gel hidroalcohólico ni mascarilla? En los días de la incertidumbre, en las noches perdidas, delante de la pantalla, porque la mente no me deja descansar. Aquí estoy, con mis miedos, mi hastío, con mis sueños, sí, mis sueños... Tal vez eso sea mi única constante. 




Amalia Noemí

lunes, 8 de febrero de 2021

Relajación (microrrelato)

 




Cerró los ojos y trató de respirar hondo; sintió el movimiento cadencioso del aire entrando hasta el vientre, pasando por los pulmones, y saliendo, despacio. Le habían dicho que dejara la mente en blanco, pero ella solo contemplaba oscuridad, bajo sus párpados. Las tensiones se agolpaban en su nuca; desde allí, un dolor recorría el cráneo. Era como escuchar un grito interior, que le recordaba lo difícil que había sido el día; una sucesión de inseguridades, que ya tendrían que haber desaparecido, a esas alturas de su vida. Casi podía verse desde fuera, con los brazos extendidos a los lados del cuerpo, el rostro contraído en una mueca de dolor y su pecho agitado por la respiración. Pero eso no era lo que quería; deseaba descansar su mente, dejar de lado la frustración y la sensación de vivir en una isla. Decidió concentrarse en el sonido de respiración, como si de una especie de mantra se tratara, mientras su pecho subía y bajaba, subía y bajaba... Necesitaba dejar atrás la tempestad, las mareas en las que se perdía la paz de su espíritu, las soledades; necesitaba dejar de escuchar su yo interior, silenciar sus frustraciones y caer en los brazos del sueño. Ni las preocupaciones del trabajo, ni las relaciones complicadas del día a día. Mientras, sus miembros pesaban cada vez más, como sus párpados y los músculos del rostro se aflojaban. Silencio. Solo debía respirar, desterrando las imágenes que pasaban por su mente; una ventana, un árbol, el vagón del metro, una carpeta llena de papeles, unas manos, alguien caminando. Fuera, fuera todo de su mente. Sin tensiones, sin dolor, sin miedos... Ya no era esa niña tímida y asustada. Nada debía entrar en su mente, ni los recuerdos, ni las sensaciones de antaño. Solo tenía cabida la paz...




Amalia Noemí

lunes, 1 de febrero de 2021

Anhelos





Desear algo es como soplar un diente de león; los anhelos se dispersan con la brisa y te preguntas a dónde llegarán... Los sueños pueden ser persistentes, caminar a tu lado desde la infancia, cogiéndote de la mano o llegar como un relámpago que ilumina el cielo, pueden quedarse en el camino, mientras nos alejamos, con amargura, o abrazarnos hasta el final de nuestros días, servirnos de inspiración y hacerse realidad. Y cuál es mi anhelo... solo lo sé yo. Es inalcanzable, pero aun sabiéndolo, me roba el sueño, por mucho que me empeñe en desterrarlo de mi mente. Mi cielo se nubla y la música se detiene... solo oigo el tic-tac de un reloj y veo pasar los días muy despacio. Esa ilusión me susurra al oído y me miente, intenta seguir viva en mí, cierro los ojos muy fuerte y en la oscuridad, le pido que se aleje, que me deje vivir en paz. Sus mentiras son en vano; no todos los sueños se hacen realidad. Pero soy una soñadora, ¿no? Una soñadora sin remedio. Escribo quimeras, invento diálogos que no existirán jamás, encuentros imposibles, palabras no pronunciadas... Busco estrellas en mi firmamento y compongo canciones en un suspiro. 



Amalia N. Sánchez